¿Tu Prédica Inspira o Aburre? 5 Estilos que deberías conocer

¿Tu prédica inspira o aburre?
Seguramente todos hemos escuchado homilías que transforman la vida y otras que, con la misma duración, se sienten interminables. Cada prédica tiene su propio «perfume»: algunas nacen de la contemplación profunda, otras de un escritorio lleno de libros, y otras en medio del trajín diario.

Sin embargo, no todas logran su cometido. Algunas, aunque bien intencionadas, caen en estilos que apagan su poder transformador. Aquí exploramos cinco estilos fallidos de prédica, no para criticarlos, sino para reconocerlos y aprender a evitarlos.


1. La prédica de eco: ¿Repetir o revelar?

Se limita a repetir el texto bíblico recién proclamado, cambiando apenas las palabras. Este estilo subestima a la asamblea y desperdicia la oportunidad de iluminar el mensaje con una verdadera exégesis.


2. La prédica arqueológica: perdidos en los detalles

Se enfoca casi exclusivamente en el pasado, saturando con datos históricos y costumbres antiguas. Lo que debería ser luz para el presente se convierte en un viaje sin retorno a otro tiempo. El riesgo: olvidar que la Palabra es viva y actual.


3. La prédica demagógica: cuando el mensajero eclipsa al mensaje

Aquí el predicador usa el Evangelio como excusa para su propia agenda. Manipula, divide y convierte el magisterio de la Iglesia en un «magisterio personal». Una traición doble: al mensaje y a la comunidad.


4. La prédica libresca: sabiduría congelada

Llena de citas y referencias, pero desconectada de la vida real. Habla para académicos, no para la comunidad. La Palabra de Dios termina aprisionada en conceptos que no alcanzan a los hogares, a los trabajadores, a las familias.


5. La prédica romántica: el corazón sin la cabeza

Surge como reacción al intelectualismo frío, buscando emoción a toda costa: lágrimas, gritos, azúcar en exceso. La emoción es necesaria, pero cuando reemplaza al fundamento doctrinal, la prédica se vuelve pasajera y superficial.


Conclusión: en busca de una prédica viva

El desafío es encontrar un equilibrio:

  • No repetir, sino revelar.
  • No perderse en el pasado, sino iluminar el presente.
  • No manipular, sino servir al mensaje.
  • No quedarse en libros, sino encarnar la Palabra en la vida real.
  • No dejarse llevar solo por la emoción, sino unir la cabeza con el corazón.

Al final, la pregunta clave es:
¿Cuál es el verdadero «perfume» de una prédica que transforma vidas?


Basado en el «Manual de la imperfecta homilía» de Mons. Joaquín Antonio Peñalosa quien fuera maestro de Homilética y Pastoral de los Medios de Comunicación Social en el Seminario Mayor de San Luis Potosí.

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