La evangelización cambia con los tiempos, pero su fuerza proviene siempre del mismo lugar: la gracia de Dios. Ninguna estrategia, por más moderna que sea, puede reemplazar la acción del Espíritu en quienes anuncian la Buena Nueva.
Pentecostés y el testimonio de fe
En Pentecostés se cumple la Promesa del Padre: Jesús bautiza a sus discípulos con el Espíritu Santo, dándoles la fuerza divina para ser testigos hasta los confines de la tierra. A través del primer anuncio de Pedro, se proclama a Jesús como Señor y Mesías, cumpliendo las Escrituras y dando origen a la misión evangelizadora de la Iglesia.
Evangelizando con el Poder del Espíritu Santo
No se puede evangelizar con eficacia sin la fuerza del Espíritu Santo. Jesús nos pide «aguardar la Promesa del Padre» porque es el Espíritu quien transforma corazones y da poder a nuestras palabras. Sin Él, la misión se debilita; con Él, la evangelización se vuelve dinámica, valiente y fecunda.
