El Kerigma despierta la presencia de Cristo en el corazón del que es evangelizado. Este debe tratar de experimentar la presencia del Cristo vivo, en el silencio del corazón, y al mismo tiempo observar y apreciar las posibles manifestaciones del Señor: el sentirse perdonado, la alegría del que tiene al Señor y tantas otras expresiones que Cristo trae a quien lo acoge.
Por eso, es fundamental que el evangelizador concluya el Kerigma pidiendo que el evangelizado exprese de viva voz su aceptación del Señor, por ejemplo:
“Te entrego mi vida, lo que soy y lo que tengo, mi corazón, mi familia, mi trabajo; y quiero que seas mi guía y el Señor de mi vida”.
(o con palabras similares).
A esto lo llamamos “Encuentro Personal con Cristo”. Es como una alianza: el cristiano expresa su deseo de hacer presente a Cristo en su vida y vivir según los valores del Evangelio. Por su parte, Cristo inspirará su vida y lo acompañará en todos sus pasos.
Es muy importante explicar con seriedad lo que implica esta alianza.
No se trata de volverse alguien extraño que vive rezando todo el tiempo, aislado o hablando de forma rara, ni de obsesionarse con evitar cosas “prohibidas”. Nada más lejos.
Estar con el Señor es ser una persona normal, que se distingue por hacer el bien y tratar a los demás con amor.
Aprenderá a tener una amistad con Cristo en un proceso que llamamos “el discipulado”.
Quien acepta a Cristo como su Señor debe considerarse una persona libre, no alguien obligado a cumplir deberes por temor a un castigo.
El Señor no obliga, ni vino a imponer una ley. Él vino a predicar el amor.
Y quien quiere vivir el Evangelio, lo hará por amor a Él. La norma es la que Cristo mismo enseñó:
“No hagas a otro lo que no quieres que hagan contigo” (Mt 7,12).
Todos queremos el bien; nadie desea ser dañado. Lo mismo debemos hacer con los demás.
El Encuentro Personal con Cristo es sentir que el Señor llega a mi vida, y desear, libremente, que viva conmigo. El mérito está en que lo acepto sin presiones, con libertad total.
Todo esto presupone la fe. Sin fe, este camino no tiene sentido.
La fe está presente en todas las personas, en mayor o menor medida, y estos pasos de la evangelización están dirigidos precisamente a quienes buscan a Dios.
El Encuentro Personal con Cristo es reconfortante, y la acción del Espíritu Santo inspira una entrega que se traduce en la disposición a darse por entero al Señor.
Sin embargo, hay que ser prudentes: no se trata de ofrecerlo todo de golpe, sino de aprender a proponer una entrega constante y perseverante.
La principal respuesta ante la pregunta “¿Cómo sigo verdaderamente al Señor?” es iniciar el camino de formación como discípulo.
Ese fue el proceso que Jesús vivió con la comunidad de sus discípulos, y será el tema siguiente:
“La formación del discípulo”.
Uno de los textos bíblicos recomendados para leer y meditar es Hechos 9,1-25, donde Cristo sale al encuentro de Saulo de Tarso y se produce su primer encuentro transformador.

