El testimonio personal.
Evangelizar y dar testimonio están relacionados muy estrechamente. Los evangelizadores proclaman la Buena Noticia. Los testigos dan testimonio de esa Buena Noticia en el contexto de una experiencia personal. “Recibiréis la fuerza del Espíritu Santo, que vendrá sobre vosotros, y seréis mis testigos… y hasta los confines de la tierra” (Hch. 1,8) Jesús promete fortalecer a sus testigos exactamente con las mismas palabras (Mt. 10,19-20) He aquí algunas líneas que pueden servir de guía para dar un buen testimonio.
Habla lo menos posible al mayor número de personas. En pocas palabras, no creas que eres aquel que debe decir todo a cada persona. Deja algo por hacer para aquellos que poseen dones especiales para guiar y enseñar. Esparce las semillas generosamente, dejando que caigan donde sea.
Sé consciente de que muchísima gente necesita ser evangelizada, inclusive muchos que ya han sido bautizados. Está alerta y pronto a compartir tu fe y las oportunidades que Dios manda serán sorprendentemente numerosas.
Jesús es el mensaje. No pierdas mucho tiempo en discusiones sobre la Escritura cuando podrías estar hablando del mismo Jesús y del poder de su amor salvador.
No esperes que los resultados de tu testimonio sean siempre espectaculares. Los resultados serán significativos para quienes comparten fielmente a Cristo. Cualquier otro éxito mayor depende del Señor (1Cor.3,7), que no juzga sobre la base de nuestros éxitos sino por cuán arduamente hemos tratado de hacerlo.